Pierre Rousset: ¿Qué implicaciones puede tener la elección de Donald Trump? (extracto) 2017

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¿Qué implicaciones puede tener la elección de Donald Trump?

Pierre Rousset Viento Sur


Con mucha probabilidad, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estado Unidos representa un punto de inflexión en el desorden geopolítico y en la inestabilidad internacional. Sin embargo es muy pronto para medir sus consecuencias. El mismo Trump, y una parte de su equipo, carecen de un pasado político como gobernantes que pudiera ofrecernos alguna referencia fiable. En EE UU el poder presidencial está constreñido (¡mucho más que en Francia) por el poder del Congreso, de la justicia y de los Estados [federales], como lo ha puesto de manifiesto el pulso entablado tras el decreto que prohibía el acceso al país a las personas provenientes de siete países musulmanes (aunque poseyeran permiso de residencia o fueran residentes en el país). La aplicación del Decreto fue suspendida por los jueces.

Así pues, no se puede establecer un criterio basado únicamente en los tweets, en las llamadas de teléfono o en las declaraciones salidas de tono de las que Trump es un especialista; tampoco sobre las rectificaciones realizadas precipitadamente: sobre Taiwán y la política de “Una sola China”, sobre Rusia en Europa oriental… Aún así, es necesario comenzar, desde ya, a definir las grandes cuestiones que están o podrían verse afectadas por la puesta en pie de la nueva administración americana. En este documento solo abordaremos las implicaciones a nivel internacional, dejando aparte las consecuencias de su elección en el interior de EE UU.

Trump y… la inestabilidad. En sí misma, la elección de Donald Trump constituye un factor de inestabilidad internacional. No estaba prevista y los sectores dominantes de la burguesía en EE UU no lo deseaban: perdieron el control del proceso electoral. Que esto haya ocurrido en el principal país imperialista constituye un elemento muy inquietante para los gobernantes de todo el mundo. ¿Cómo hacer previsiones cuando el gobierno de EE UU se convierte en algo tan aleatorio?

Las primeras medidas de Trump no han hecho más que alimentar ese sentimiento de inquietud: retirada de EE UU del Acuerdo Transpacífico de cooperación económica (TPP), críticas a la OTAN, etc. Los espacios de colaboración entre los Estados y las burguesías parecen estar amenazados por una administración que se presenta como unilateralista. El sentido dado al lema “Primero América” se convertiría de ese modo en “Sólo América”. La multiplicación de acuerdos bilaterales –en los que EE UU cuenta con una relación de fuerzas favorable frente a su interlocutor- reemplazaría a los acuerdos multilaterales.

Evidentemente existe una continuidad entre las políticas anunciadas por Donald Trump y las de las administraciones precedentes; incluso de la de Obama. Pero también hay posibles puntos de ruptura, una inflexión y una escalada cuando menos verbal. Antes EE UU se presentaba como el jefe de fila de distintas alianzas (aunque, en la práctica, no pudiera asumir esa función); ahora Trump amenaza con ir en solitario. De ese modo, durante su discurso en Davos permitió que el presidente chino Li Xiping se presentara como su sucesor: ¡no se inquiete por el retroceso de EE UU, estamos dispuestos a garantizar que el proceso de globalización capitalista continúe!.

Trump y… la crisis ecológica global. Donald Trump fue elegido en un momento en el que estamos al filo de la navaja en lo que respecta al calentamiento climático. Y la cuestión es que ahora tenemos a un climaescéptico a la cabeza de la Agencia Medioambiental de Estados Unidos. El nuevo presidente hace de portavoz de las industrias extractivistas y rechaza las conclusiones de los estudios científicos al respecto. Se ignora y se niega la dimensión de la crisis ecológica multiforme a la que estamos confrontados así como la extrema gravedad de sus consecuencias.

Los compromisos adoptados por los gobiernos durante la COP21 eran muy insuficientes y las políticas preconizadas (geo-ingeniería…) peligrosas: no permiten contener el calentamiento a 1,5º. Limitarlo a 2º (un nivel demasiado alto) parece también muy difícil. Y si la retirada de EE UU [del acuerdo] se confirma, resultará inalcanzable.

Los recientes grandes acuerdos intergubernamentales sobre el clima estuvieron “determinados” por las negociaciones bilaterales previas entre Washington y Pekín. Es cierto que China y otros “grandes” Estados siguen prometiendo respetar sus objetivos en materia de reducción de emisiones de gas de efecto invernadero, pero el paso atrás dado por Trump servirá de pretexto a otros países. Cada gobierno se dedicará a problemas nacionales importantes (como la polución en China…) o a desarrollar sectores industriales que juzga importantes a nivel internacional, pero la suma de estos egoísmos no se traducirá en una política de conjunto.

Trump y… las mujeres. Donald Trump ha decidido acabar con la financiación a las ONG que tengan que ver con el aborto (y no sólo a las que lo practican). Los presidentes republicanos ya lo hicieron en más de una ocasión en el pasado. Las consecuencias a nivel internacional son muy graves. Una vez que pierdan estas ayudas, muchas de las asociaciones afectadas no dispondrán de medios financieros para continuar desarrollando sus actividades de ayuda a las mujeres [ni en EE UU ni a nivel internacional].

El precio a pagar por la política de Trump corre el riesgo de ser muy grave, porque la extrema derecha reaccionaria (sobre todo la de referencia religiosa) sale reforzada. En muchas ocasiones son las propias iglesias las que se sitúan a la ofensiva contra los derechos de las mujeres: de hecho asistimos a una dramática regresión de la condición femenina en una gran parte del mundo. En esta situación, el papel de la administración Trump puede ser particularmente nefasto, lo que en cierta manera explica el eco internacional que han tenido las Marchas de mujeres que tuvieron lugar en Estados Unidos durante la investidura del nuevo presidente así como el anuncio de nuevas jornadas de movilización a nivel mundial.

Trump y… la reacción ideológica. Donald Trump “rezuma”, literalmente, la reacción. Lo que es verdad para las mujeres también lo será, probablemente, para las LGTB+, para el racismo y para el obscurantismo.

Trump no está contra “la” ciencia. Está contra la investigación científica allí donde la misma puede generar un problema a los intereses económicos que defiende, convirtiéndose de ese modo en negacionista. Como antes que él Harper en Canadá (que quería destruir las bases de datos que permitían trazar la historia del clima), quiere controlar la investigación y amordazar a las y los investigadores. Para hacerlo ha adoptado medidas de aislamiento y censura hacia los climatólogos y las agencias medioambientales de una brutalidad excepcional, lo que ha provocado la organización de una gran manifestación de científicos para el próximo abril en Washington.

Aunque “focalizada” sobre cuestiones medioambientales y climáticas, la denuncia de las opiniones científicas por parte de Trump tiene consecuencias más amplias: legitima el obscurantismo en un momento en el que el creacionismo (incluso su versión “dessin intelligent”) desarrolla una ofensiva particularmente orientada hacia los programas escolares en numerosos países.

Trump y… las extremas derechas. Para los movimientos de extrema derecha en Europa, la victoria de Donald Trump aparece, antes que nada, como una buena noticia. ¡La prueba de que es posible romper con la “globalización” por la derecha! ¡Igual que rechazar a las “elites” por la derecha!

No obstante, no es evidente que las extremas derechas occidentales deseen identificarse demasiado con Donald Trump. El nacionalismo de gran potencia (“Primero América”) constituye una amenaza y nadie sabe si su administración logrará estabilizarse. El ridículo puede terminar por matar. Marie Le Pen, dada por vencedora en la primera vuelta de las presidenciales en Francia, no habla “a lo Trump”.

Por su parte, las extremas derechas islamistas, fundamentalistas, saludan la elección de Trump como un don caído del cielo. Fue lo que ocurrió en Francia después que Manuel Valls, en su época de Primer ministro, diera su apoyo a los decretos ilegales adoptados por determinados municipios contra el Burkini, descartando de un manotazo la opinión del Consejo de Estado (de ese modo, actuando anticipadamente como Trump: “El Consejo de Estado habla de leyes; yo hago la política”, situándose por encima de la Ley. ¿Puede hacerlo un primer ministro?)

Valls no es más que una anécdota (salvo para nosotros, en Francia) que hace reír en el extranjero. El “Muslim Ban” de Trump que prohíbe el acceso a Estados Unidos a los originarios de siete países musulmanes no es para reírse. Las movilizaciones espontáneas en Estados Unidos y en los aeropuertos con el fin de permitir la entrada de residentes extranjeros bloqueados y la suspensión por los jueces del decreto firmado por Trump adquieren una dimensión internacional muy importante. Quiebran la bipolarización extrema deseada tanto por Trump como por las extremas derechas fundamentalistas.