La globalización y recomposición social, IV: Género. Nadia

From 4EDU
Jump to navigation Jump to search

FORO SOCIAL MUNDIAL

LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES: AHÍ DONDE EL OTRO MUNDO DEBE ACTUAR

Introducción

Con este segundo encuentro del Foro Mundial Social en Puerto Alegre se quiso crear un espacio para reflexionar y debatir sobre alternativas a la “cultura de la violencia”. La Marcha Mundial de las Mujeres aceptó encargarse de la redacción del documento que se tomaría como base para el debate. Quisimos deliberadamente hablar de la violencia hacia las mujeres para ilustrar como este tipo de violencias y esta problemática son centrales cuando se habla de “cultura de violencia”. ¿Acaso este tipo de violencia no es inicial y casi paradigmático? Quisimos deliberadamente hablar de violencia hacia las mujeres porque ha sido siempre el movimiento feminista el que ha elevado su voz para denunciarla. Fuera de las feministas y de la relación de fuerzas que ellas han impuesto, el discurso sobre las violencias hacia la mujer, es como estas violencias: invisible...

¿Acaso no es una aberración tener que hablar de “cultura de la violencia”? ¿Acaso no es paradójico utilizar la palabra cultura, una palabra que tiene connotaciones positivas junto con la palabra violencia de consonancia negativa? El uso de la palabra cultura transmite un sentido de legitimidad social, de asentimiento, de algo que se pasa de manera más o menos marcada. Y es eso exactamente lo que está sucediendo con las violencias contra las mujeres.

Sin negar la importancia de las otras formas de violencia, creemos que al entender bien las causas y consecuencias de la violencia hacia las mujeres, podríamos instituir los primeros hitos de una búsqueda de alternativas para otro mundo basado en la igualdad y el respeto mutuo.

Con este documento se pretende, por consiguiente, demostrar la universalidad de la violencia, de sus diversas formas y sobre todo de sus causas con miras a erradicarlas. Condenamos el patriarcado, un sistema más que milenario de desigualdades, explotación, privilegios, discriminaciones, valores, normas, políticas, sentado sobre la premisa de una supuesta inferioridad natural de las mujeres en tanto que seres humanos, que lleva a una estratificación en la cual las últimas ocupan un papel inferior, un sistema que genera violencias. Condenamos la mundialización capitalista neoliberal que se apoya sobre la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres, tierra fértil para todavía más violencias. Queremos poner fin a tales violencias, pero para ello se deben realizar numerosos cambios propuestos en este documento, con la participación, por supuesto, de las y los protagonistas de la lucha contra la mundialización liberal.

Nuestro deseo es que toda persona que lea este documento contribuya a él con sus reflexiones y propuestas, para que lleguemos a Puerto Alegre en 2002 con un texto fuerte y centrado en la acción. ¡Esta es pues una invitación a que nos envíen sus comentarios!

AL ALBA DEL SIGLO XXI: OBSTINADA TOLERANCIA Y COMPLACENCIA ANTE TODOS LOS TIPOS DE VIOLENCIAS COMETIDOS CONTRA LAS MUJERES.

La violencia hacia las mujeres es una realidad que trasciende naciones y culturas

La violencia hacia las mujeres adquiere distintas formas según la sociedad y la cultura en la que se manifiesta, sin embargo la existencia de tal violencia es un fenómeno y un hecho social que atraviesa todas las clases sociales, culturas, religiones y situaciones geopolíticas, sin excepción y esta regla se confirma tristemente todos los días. De hecho, cada minuto mujeres son agredidas, humilladas, violadas, golpeadas, maltratadas, explotadas, asesinadas, lo más frecuentemente por los hombres que las rodean, algo que perdura desde hace milenios.

En la mayoría de los casos, esta violencia sucede dentro de la esfera llamada privada (las feministas han demostrado ampliamente como lo “privado” es político): en el seno de la familia, por ejemplo, con el incesto, las mutilaciones genitales, el infanticidio, la preferencia dada al hijo varón, los matrimonios forzosos, o dentro de la pareja en el matrimonio o la relación amorosa, con la violación conyugal, el maltrato, los golpes, el control sicológico, el proxenetismo, el crimen de honor, el feminicidio, etc. En la esfera privada se manifiestan también formas de violencias contra las mujeres tales como el acoso sexual o moral en el trabajo, las agresiones sexuales, la violación colectiva, el tráfico sexual, el proxenetismo organizado, la esclavitud, las esterilizaciones forzosas, etc. Si bien la violencia hacia las mujeres suele sobre todo ser la expresión de dominación de un individuo, ésta puede practicarse de manera organizada por un grupo de hombres o por un estado (violaciones sistemáticas en Bosnia y Haití). Con demasiada frecuencia ésta es tolerada, disculpada o alentada por el silencio, las discriminaciones, la dependencia de las mujeres de los hombres, o por justificaciones teóricas y enfoques de sabor sicológico sobre los cuales se apoyan los estereotipos que afirman que los hombres son incapaces de controlar sus pulsiones sexuales, que los violadores son enfermos mentales, que a las mujeres les gustan los “verdaderos” hombres, etc.


Las múltiples manifestaciones de las violencias hacia las mujeres

Algunas estadísticas mundiales sobre la violencia hacia las mujeres (sacadas de Sexismo y mundialización, Marcha Mundial de las Mujeres, 2000): • De 20 a 50% de las mujeres del mundo son victimas, en diferentes grados, de la violencia intrafamiliar. • Se evalúa que en el mundo hay, cada año, 5.000 mujeres y jóvenes que son víctimas de crímenes para “restaurar el honor”. • La UNICEF evalúa que una mujer sobre 10 en el mundo es víctima de una violación una vez en su vida • Conforme a la mayoría de los estudios publicados sobre este tema, las mujeres violadas suelen serlo por un hombre que ellas conocen. • El número de mujeres sometidas a la excisión es estimado a 130 millones en el mundo y todos los años, cerca de 2 millones más son sometidas a esta costumbre, al ritmo de aproximadamente 6000 casos por día, es decir, 5 niñas por minuto. • Se evalúa que hay al menos 9 millones de mujeres en la industria del sexo; algunas apreciaciones van hasta decir que son 40 millones en el mundo entero. • Se evalúa también que la industria mundial del sexo genera anualmente 52 mil millones de dólares para las redes criminales organizadas. • Según las estimaciones, 4 millones de mujeres y niñas son compradas y vendidas en el mundo cada año, a futuros esposos, proxenetas o vendedores de esclavas. • En tan sólo la región del Sudeste Asiático cerca de 70 millones de mujeres, niñas y niños han sido víctimas del tráfico sexual durante los últimos 10 años. • Más de 100 millones de niñas son indeseadas a través del mundo debido a la preferencia otorgada al niño. • En la India, en promedio, mueren cinco mujeres por día quemadas por motivos relacionados a su dote y se sabe que muchos otros casos no son señalados. • Una encuesta realizada en los quince Estados miembros de la Unión Europea indica que 2% de las trabajadoras, es decir 3 millones, han sido objeto de acoso sexual en el trabajo y 9% de las trabajadoras y los trabajadores han sido sometidos a intimidaciones o a acoso sicológico.

Los regímenes integristas, formas extremas de institucionalización de las violencias hacia las mujeres..

Ciertos regímenes integristas como el de los talibanes en Afganistán han institucionalizado la violencia hacia las mujeres y han hecho de ella un derecho sagrado otorgado a todo hombre en todo momento. El control absoluto y la posesión del cuerpo de la mujer han sido, a través de los siglos, sinónimos de horror y manipulación. En el siglo XX, se ha visto un avance de los derechos de la mujer, sin embargo, no por ello se ha podido reducir la violencia a la que están sometidas. Pensemos sólo en los “crímenes para restaurar el honor”, en los relacionados con la dote de las jóvenes, en el levirato, prácticas todas que dan a los hombres de la familia el derecho de decidir sobre la vida o la muerte de las niñas y las mujeres. Pensemos también en ciertas realidades de los países occidentales en los cuales sigue existiendo, a pesar de un mayor reconocimiento de los derechos de la mujer, la violencia y el control expresado de diversas maneras (una violación cada 6 minutos en los Estados Unidos, el no reconocimiento de la violación intrafamiliar, del derecho al aborto en Suiza por ejemplo, el incremento del tráfico sexual, los masacres de mujeres como el de Montreal en 1989, etc.). Ninguna sociedad está resguardada de la violencia hacia las mujeres porque en ninguna sociedad se ha logrado verdadera igualdad entre mujeres y hombres, aún si la igualdad de derechos y la igualdad formal esté reconocida.

En el ámbito internacional, la situación de las mujeres afganas es hoy día quizás el ejemplo más flagrante de la indiferencia o de la tolerancia de lo intolerable por parte de los países que pretenden respetar los derechos humanos fundamentales. Antes del 7 de octubre, pocos países habían reaccionado para exigir el fin de las atrocidades cometidas contra las mujeres por los talibanes desde 1996, sin embargo, desde que empezó la guerra, para justificar los bombardeos, no se cesa de invocar la falta de respeto de los derechos de las mujeres, sin tener la menor cuenta del impacto que la guerra, como cualquier guerra, tiene sobre las mujeres. Según Amnistía Internacional, las mujeres víctimas de los conflictos armados pasó de constituir el 5% durante la primera guerra mundial, al 50% durante la Segunda Guerra y a cerca de 80% durante los años noventa y no hay razón alguna para que esta guerra sea una excepción. Las mujeres afganas quieren, como toda la población, que cesen los bombardeos y que con la partida de los talibanes se instaure la igualdad. Los grupos de mujeres afganas quieren ser partícipes de la resolución del conflicto y del restablecimiento de la democracia en su país.

La violación, arma bélica

Otro de los rostros que toma la violencia hacia las mujeres es el del cuerpo de la mujer utilizado como botín o arma de guerra. En todos los conflictos armados, de los más antiguos a los más recientes, para afectar al enemigo, los agresores violan a las mujeres. Durante la guerra de los Balcanes, por ejemplo, se organizaron campos de violación para contribuir a la “limpieza étnica”. Se empieza a saber hoy que durante la guerra de Argelia los franceses cometieron violaciones masivas. Desde 1932 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, Japón estableció campos de esclavitud sexual para su ejercito, así 200.000 mujeres se vieron sometidas a la esclavitud sexual en los centros de violación, llamados “centros de descanso”. Estas mujeres, llamadas “mujeres de consuelo”, eran mujeres raptadas en los países vecinos en guerra con Japón. En Kosovo, desde el fin de la guerra, organizaciones criminales han raptado, secuestrado, aterrorizado y llevado a mujeres de Europa del Este a burdeles de Prístina cuya clientela está compuesta de personal internacional y de fuerzas de mantenimiento de la paz y la lista no termina ahí...

Las mujeres luchan y se organizan


A pesar de todos los sufrimientos que se les ha infligido, las mujeres combaten en todas partes y todos los días las violencias, se auto-organizan y salen a las calles para hacer que cambien las leyes, para velar por que éstas se apliquen, para sacudir las “tradiciones” de las cuales las mujeres pagan el precio, para llevar su solidaridad a las mujeres víctimas de violencias. Todos los días, estas mujeres encuentran el valor para ponerse de pie y denunciar la violencia con fuerza y sin ambigüedad, y surgen de hecho como las primeras combatientes de esta plaga social. Las mauritanas, por ejemplo, se movilizan contra la violencia intrafamiliar y hacen que se apruebe una ley al respecto, las filipinas, en cuanto a ellas, presenten obras de teatro para prevenir el tráfico sexual. En Serbia, las “Mujeres de Negro” se oponen a la política militarista y nacionalista de Milosevic y dan su apoyo a las poblaciones refugiadas de Kosovo. También, en Burkina Faso, asociaciones trabajan con adolescentes para prevenir la escisión y el matrimonio forzoso o prematuro.


LAS CAUSAS DE LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES

La violencia hacia las mujeres tiene sus raíces en el odio de la alteridad y la creencia que la dominación es un modo de supervivencia viable. El patriarcado ha hecho que domine, en lo social, económico y político, el masculino sobre el femenino, por ende, en todas las sociedades y clases sociales, a pesar de los avances que ha hecho el feminismo en los últimos años, los hombres y los niños sacan mayor provecho de este sistema de dominio y gozan de privilegios muy concretos como el hecho de que todos los trabajos caseros y la educación de los niños los realizan gratuitamente las mujeres, sin mencionar las niñas. Por doquier hombres y niños tienen mayor “valor” que mujeres y niñas. Para imponer y mantener vigente tal sistema de explotación y de opresión, el más antiguo y más perenne que haya jamás existido, se utiliza la violencia o la amenaza de ella como medio de control, como castigo por haberse apartado de las reglas establecidas por el patriarcado (jerarquía, sumisión, obediencia, etc.). Nuestras sociedades se han desarrollado y continúan desarrollándose teniendo como base la estratificación de los individuos según el género al que pertenecen, y en ellas la alteridad es percibida como una amenaza y no como una riqueza. La necesidad de dominar para sobrevivir, fundamento mismo del patriarcado, la voluntad de preservar los privilegios inherentes a la condición de opresor, llevan a los hombres a utilizar la violencia para afirmar su masculinidad y mantener la relación de dominio existente y, finalmente, a forjarse una solidaridad masculina para que esta situación perdure.

Mientras nos neguemos a cuestionar esta realidad nunca conseguiremos erradicar la violencia hacia las mujeres.

La dominación patriarcal tiene tendencia por lo general a moldearse sobre el modo de producción propio al sistema económico dominante. El modo de producción capitalista coexiste por lo tanto con la dominación patriarcal que le precedía y a la cual le saca el mayor provecho. Los regímenes llamados “socialistas” han también convivido con el patriarcado y la experiencia histórica de las mujeres de esas sociedades las ha convencido de que un cambio hacia un régimen “progresista” no se acompaña automáticamente de un acceso a la igualdad ni de la erradicación de la violencia hacia ellas. Las mujeres se encuentran por supuesto en todas las clases sociales, sin embargo, son mayoritarias en el sector informal de los países del Sur, en las maquilas o en el sector no asalariado. En el Norte, las mujeres forman la mayor parte del sector de la economía caracterizado por la precariedad, el trabajo flexible, de tiempo parcial, y constituyen también la mayoría de los desempleados. En el Sur como en el Norte son ellas las que realizan la inmensa mayoría de las tareas domésticas de manera no remunerada. Estas fuentes de vulnerabilidad acrecentada pueden fácilmente porpiciar un incremento de la violencia o pueden significar dificultades suplementarias para la mujer que quiere salirse de esta situación.

Las discriminaciones por motivo de raza contribuyen considerablemente a la fragilidad de las mujeres. De hecho, los diversos modos de opresión se articulan, se entrelazan y se fortalecen mutuamente y la presencia de una vulnerabilidad, ya sea por razones de edad, temprana o avanzada, de lesbianismo, de prostitución, pueden ser otros tantos agravantes.

CONSECUENCIAS DE LAS VIOLENCIAS

Las mujeres víctimas de violencias tienen que cargar con el peso de consecuencias que no son nunca anodinas, ya que la personalidad entera de la mujer queda profundamente perturbada por el acto de violencia y suele acompañarse de un cuestionamiento total de si misma. Paradójicamente, sean cuales sean las circunstancias y las formas de las agresiones sufridas, las mujeres se sienten avergonzadas y culpables. Vergüenza por ese ataque a su intimidad, esa negación de su libre albedrío, de su integridad física y sicológica. Culpabilidad por no haber supuestamente ofrecido ninguna resistencia (la realidad es sin embargo mucho más compleja), y esto sucede absolutamente en todas las partes del mundo, en el Sur como en el Norte, en el Este como en el Oeste..

Las violencias tienen repercusiones particulares sobre la salud femenina, tales como hemorragias repetidas que pueden llegar a convertirse en septicemia luego de mutilaciones sexuales, miembros fracturados, somatizaciones múltiples..

Por definición, la violencia puede llevar a la muerte: asesinato de las recién nacidas en China, crímenes de honor en Jordania o Marruecos, asesinato de mujeres en Ciudad Juárez en México. Pero la muerte puede resultar también de la violencia doméstica, tras un golpe un poco más duro que los otros, dado en un lugar particularmente vulnerable del cuerpo. El Banco mundial mismo se ha visto en la obligación de reconocer que las violencias hacia las mujeres son una causa de deceso y de discapacidad de mujeres en edad de procrear, tan importantes como el cáncer y una causa de problemas de salud más importante que los accidentes de carretera y el paludismo sumados.

Las secuelas son también de índole sicológica: pérdida de la auto-estima, depresión, tentativas de suicidio, fobias, pesadillas, ataques de angustia, psicosis, miedo a las relaciones sexuales, sumersión en la prostitución, etc.

La violencia puede llevar también a trastornos de tipo “material”: mudanza, pérdida de empleo, abandono de los estudios. Su relación con los seres que la rodean puede también quedar perturbada: ruptura con el cónyuge, alejamiento de los pretendidos “amigos”.

La violencia hacia las mujeres o hasta la amenaza de violencia como tal ha mantenido a las mujeres en estado constante de miedo y vulnerabilidad que limita sus desplazamientos (sobre todo por la tarde y la noche) a los espacios públicos en los que se sienten en seguridad, y limita por igual su participación social y su autonomía. Se les niega así el pleno ejercicio de su ciudadanía de tal manera que la violencia se vuelve una medida de control social de las mujeres. Todas estas consecuencias pueden también traducirse en costos económicos.

VIOLENCIAS Y MUNDIALIZACIÓN LIBERAL

El traslado de empresas del norte hacia el sur, hacía lugares donde los costos de producción, especialmente los de mano de obra, son menos onerosos para el empresario, constituye una de las consecuencias de la mundialización liberal. De ello resulta una apertura del mercado para las mujeres pero en trágicas condiciones: salarios insuficientes para vivir, condiciones de trabajo agotadoras y peligrosas para la salud, ausencia total de derechos laborales e interdicción de sindicalizarse. Su situación de precariedad en el mercado laboral hace que estas mujeres sean extremadamente vulnerables. En las maquiladoras de México, por ejemplo, durante las entrevistas para ser contratadas las trabajadoras deben responder a preguntas sobre su comportamiento sexual, su ciclo menstrual y su planificación familiar y las empresas les imponen además una prueba del embarazo. La mayor parte del tiempo estas trabajadoras son madres solteras o principal sostén de la familia, razón por la cual aceptan inspecciones corporales degradantes. En las fábricas deslocalizadas de Bangla Desh las obreras tienen dos grandes temores: las violaciones y los incendios. Cuando en junio de 1996, 32 obreras murieron quemadas en Dacca porque la fábrica no tenía salida de emergencia ni extintores, la voz sobre esta tragedia corrió rápidamente. En cambio, la ley del silencio sigue aplicándose con respecto de las violaciones. El acoso sexual por parte de los superiores masculinos, el chantaje del despido si las mujeres no ceden son conductas corrientes.

En el Norte, los cambios realizados en la organización del trabajo (aumento de las tareas, intensificación de las cadencias de trabajo, presiones acrecentadas sobre el personal, etc.) y la propagación de todas las formas de trabajo precario y atípico acarrean un incremento del acoso moral y psicológico del cual son víctimas principalmente las mujeres ya que son éstas las que se concentran en este tipo de empleo.

Con los avances de la mundialización capitalista se asiste a una creciente feminización de la migración, en mayor parte hacia los países industrializados. Las mujeres se ven obligadas a emigrar ya que no pueden subsistir más en sus países y deben ayudar a sus familias enviándoles regularmente dinero. En ciertos países, como Filipinas, la emigración es hasta fomentada. Con frecuencia, estas mujeres son empleadas domésticas y hay entre ellas quienes son violadas y acosadas sexualmente por sus empleadores, además de encontrarse en una situación de dependencia ya que están indocumentadas. Tal fue el caso de la filipina Sarah Balabagan (14 años) en Arabia Saudita o Véronique Akobé, de la Costa de Marfil, ambas juzgadas y sentenciadas por intento de asesinato, o asesinato, de sus empleadores que las habían violado.

Las instituciones financieras internacionales, el FMI y el Banco Mundial, imponen a los países endeudados planes de ajuste estructural con miras a “sanear” su economía y para ello recomiendan eliminar servicios públicos, reducir drásticamente el número de funcionarios, aumentar sustancialmente el precio de los productos de primera necesidad, y mucho más. Obligan por lo demás a las mujeres a trabajar aún más sin remuneración para compensar la nueva falta de servicios, echan a miles de mujeres y hombres del trabajo, empobrecen a poblaciones enteras y causan hambrunas. A resultas de estas perniciosas acciones, el tejido social se desmorona lo que propicia un incremento de las diversas formas de violencias hacia las mujeres, particularmente dentro de la pareja. Fomentan además la mercantilización del cuerpo de las mujeres y los niños, en gran parte de las niñas, única posesión que les queda para vender, lo que las lleva a la prostitución, esclavitud doméstica, tráfico de órganos y más.

El comercio del sexo, una industria en plena expansión

Con la mundialización liberal el comercio sexual pasa de la fase artesana a la fase industrial y adquiere una dimensión planetaria creando, mediante la internacionalización, un vastísimo mercado del sexo en el cual mujeres, niños y niñas se convierten en simples mercancías de consumo que se ofrecen para satisfacer la demanda de una clientela masculina. La prostitución ha conocido un auge considerable en las tres últimas décadas en el hemisferio sur, y con la caída del muro de Berlín, en los países de Europa del Este y toma múltiples formas. Consecuencia del traslado de las poblaciones del campo a la ciudad, se asiste a una alza de la prostitución local. A las mujeres, las niñas y los niños se les prostituye en los barrios “calientes” de las metrópolis de sus propios países en Tailandia, Filipinas, Indonesia, India, etc. Por otro lado, ante la creciente facilidad de viajar y comunicarse, se observa un aumento constante del turismo sexual fomentado por el atractivo de lo “exótico” aunado a la búsqueda de prostitutas y prostitutos cada vez más jóvenes y supuestamente no infectados por el VIH. Ciertos países cuentan incluso con los ingresos producidos por la prostitución para asegurar su desarrollo. El turismo sexual no se da sólo en los países del Sur, se ejerce también en Europa, donde Berlín, Hamburgo y Ámsterdam se han vuelto destinos codiciados, y son precisamente esos países los que reconocen la prostitución como “trabajo sexual”.

En paralelo con la prostitución local, se desarrolla también el tráfico de mujeres, niñas y niños el cual se practica en las ciudades de Japón, Europa occidental y Norteamérica donde centenares de miles de jóvenes mujeres han sido “desplazadas” para dedicarse a la prostitución. La mayoría de ellas, unas 400.000 por año, vienen de los países de Asía del Sur y del Sureste y otro buen número vienen de la antigua Unión Soviética seguidas de América Latina y el Caribe. Estas mujeres, niñas y niños, son a veces víctimas de secuestros para luego ser vendidos de intermediario a intermediario hasta llegar a destino. Pero otras veces es la miseria que hace que las mujeres abandonen sus países y caigan en manos de redes criminales que organizan el cruce de fronteras y prometen un trabajo bien pagado en un bar o un matrimonio con un occidental. Además, con la constitución de la “Fortaleza Europa” se ha reducido drásticamente la libertad de movimiento de las personas y las mujeres, atraídas por el sueño de Eldorado occidental o buscando escaparse de situaciones de guerra, se ven obligadas a recurrir a este tipo de arreglos.

En estas redes criminales, la iniciación a la prostitución se acompaña siempre de intensa violencia, llamada de “adiestramiento”, para doblegar a la mujer y hacerla sumisa y obediente: golpes, humillaciones, repetidas violaciones, etc. Las ganancias generadas por dichas redes son considerables. Interpol estima que los ingresos de un proxeneta residente en Europa son de casi 180.000 euros por año. Hoy día, el tráfico de mujeres para la prostitución es más rentable que el de estupefacientes, ya que la ganancia que estos producen se termina con la venta del producto, mientras que la mujer prostituta le genera al proxeneta ingresos todo el año.

Las redes de prostitución cuentan con un crecimiento jamás visto de la pornografía cada vez más banalizada con un sinnúmero de sex-shops, sitios pornográficos en Internet, casetes, videos, etc. que proyectan imágenes mercantiles, degradantes, violentas del cuerpo de la mujer en toda legalidad. Lo mismo sucede con imágenes de niñas y niños, salvo que éstas se distribuyen en la ilegalidad. Las mujeres que ruedan ese tipo de películas son ellas mismas con frecuencia víctimas de violaciones, violencias y asesinatos, ya que es la pornografía dura y los “reality show” que están más en demanda.

ALTERNATIVAS, PERSPECTIVAS Y ORIENTACIONES QUE PERMITIRÍAN LA ERRADICACIÓN DE TODAS LAS FORMAS DE VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES

¿Cómo romper con esta situación? ¿Qué hacer para que cesen estas violencias que duran desde hace más de dos milenios?

Las discriminaciones y desigualdades a las que las mujeres están sometidas se encuentran todavía, en muchos casos, institucionalizadas e inscritas en la legislación de muchos países. A todo lo largo del siglo XX, como se sigue haciendo hoy día, los movimientos feministas han luchado por el reconocimiento de los derechos fundamentales de la mujer, han reivindicado y velado por que sus victorias queden selladas por la ley. Ya sea a escala nacional o internacional, la primera batalla de las mujeres concierne el reconocimiento de sus derechos formales. Por lo tanto queremos ante todo plasmar en la ley de cada país y ubicar en el derecho nacional los contenidos de las Convenciones internacionales o regionales. (Véanse las reivindicaciones de la Marcha mundial de las mujeres en anexo).


Luego, conseguir que éstas leyes repriman todo tipo de violencia Hay todavía países, tales como la India, Malasia, Papúa Nueva Guinea y Serbia, donde la violación y el asalto sexual contra una mujer no son punibles si el atacante es su esposo. Hay todavía países, como Haiti, donde la violencia doméstica, ya sea física o psicológica, no es reconocida como crimen. En otros, el código penal estipula todavía que si un violador contrae matrimonio con su víctima, se retiran los cargos criminales por violación, como es el caso en Costa Rica, Etiopía, Líbano, Perú, Uruguay. Hay todavía países, como Francia, donde el acoso sexual en el trabajo es considerado como tal sólo cuando el que acosa es un superior jerárquico y no se reconoce si el acoso es cometido por un colega de trabajo.

Luego, conseguir la aplicación efectiva de estas leyes Es un hecho que en la casi totalidad de los países se observa una concretización muy deficiente de las leyes que reprimen las violencias hacia las mujeres, ya que no hay verdadera voluntad política para aplicarlas. Además, aún en los países dónde las mujeres tienen la posibilidad de hacer denuncias, pocas se prevalen de tal derecho, por miedo a las represalias o simplemente a que no se les crea. Las violencias siguen, por lo tanto, siendo invisibles y ha sido el movimiento feminista, en todos los países, el que les ha dado visibilidad.

En ciertos países occidentales reina el uso del doble discurso: las autoridades se indignan con pasión ante casos de violencia hacia las mujeres, derraman una que otra lágrima de compasión y dejan que, en nombre de la libertad, los muros de sus ciudades se tapicen con carteles de publicidad que degradan y rebajan la imagen de la mujer provocando con ello una verdadera invitación y licencia para violar.

Sin embargo, no bastan las leyes. Es responsabilidad del Estado de cada país el hacer que hombres y mujeres encuentren intolerable la violencia hacia la mujer.

Es responsabilidad del Estado de cada país el educar a su población para ello, con todos los medios posibles, y desde la más temprana edad.

Es responsabilidad del Estado de cada país el sensibilizar a todos los profesionales en el ámbito de los servicios sociales, la salud, la enseñanza, la justicia, la policía, etc., frente a las realidades de la violencia hacia la mujer y capacitarlos para que puedan tratar adecuadamente tales casos cuando se confronten a ellos.

Es responsabilidad del Estado de cada país reconocer y promover la igualdad de género y los derechos fundamentales de las mujeres.

¿Estamos todavía muy lejos de tales objetivos? Por supuesto, ya que ciertos Estados todavía institucionalizan la violencia hacia las mujeres. Pero, ¿acaso no recae sobre nosotras el construir utopías?


Pero no son únicamente los Estados los que tienen que asumir sus responsabilidades

Tanto en el Norte como en el Sur, los movimientos sociales, las asociaciones que se oponen a la mundialización neoliberal, las organizaciones sindicales y políticas deben hacer suya la denuncia de las violencias. Los sindicatos, por ejemplo, deben denunciar el acoso sexual en el trabajo y deben a la vez apoyar a la mujer victima de violencia doméstica cuando el esposo viene a hostigarla hasta en el lugar de trabajo, lo que la obliga a abandonar su empleo.

Es nuestra responsabilidad individual y colectiva, de hombres y mujeres, tomar posición contra todas las violencias, allí donde se encuentren, aún en el seno mismo de nuestras organizaciones militantes mixtas, e impedir que se reproduzcan. No hagamos como aquella gente que en 1985, en un andén del metro de Paris, a las seis de la tarde, hora de gran afluencia asistió sin reaccionar a la violación de una joven.

Es la responsabilidad de nuestros compañeros de los movimientos sociales solidarizarse públicamente, en nombre de la otra sociedad que queremos construir juntos, con la lucha de las feministas contre las violencias.

¿Por qué no pensar en una declaración solemne de todos los movimientos sociales y de la Marcha Mundial en la cual todos se comprometerían a luchar juntos? ¿Por qué no organizaríamos un tribunal internacional sobre las violencias hacia las mujeres durante el Tercer Foro Mundial Social?

La violencia de todo tipo priva a la mujer de su autonomía y socava su integridad física, moral, sicológica e intelectual. Le impide trabajar, luchar, divertirse… en resumidas cuentas, le impide vivir. Sepamos entenderlo.

Desigualdad, fanatismo, discriminación, así como el estado de inferioridad y exclusión en el cual se quiere mantener a las mujeres, son las principales causas que generan y propician las violencias hacia el sexo femenino. De hecho, es mediante la violencia que se garantiza en última instancia la opresión de la mujer y, nuestras sociedades, en donde reina la desigualdad, son semilleros de violencias. Luchar contra la desigualdad es también luchar contra la legitimización de las violencias.

El combate contra las desigualdades de género acarrea sin duda, para los hombres, una pérdida de privilegios. Pero, ¿acaso no nos hemos reunido para derrumbar los privilegios, TODOS los privilegios? En esta lucha, los hombres, como las mujeres, se enriquecerán con otro tipo de relaciones humanas de confianza y respeto mutuos. Ellos, como nosotras las mujeres, surgirán como nuevos seres humanos, liberados de los oropeles de la vieja sociedad. Gozarán, como nosotras, de una sociedad de verdadera igualdad por la cual todos estamos luchando ya al librar batallas contra el racismo, el colonialismo, por condiciones laborales dignas, etc.

Numerosos autores plantean el carácter innato de la violencia que califican de fenómeno natural. Freud, por su lado, propone la existencia de una pulsión de muerte y se está buscando incluso un gen de la violencia. Nada de esto nos parece a nosotras fundamentado. Podríamos de la misma manera decir que la violencia es un producto social. No es de hecho muy complicado enseñar a un niño o una niña, fuera de toda influencia negativa, la no-violencia. ¿Estas argumentaciones sobre el carácter natural de la violencia no serán justificaciones ideológicas, intentos para legitimarla?

En lo que si hay seguridad es en el hecho de que la violencia sirve para dominar. No hay dominio sin violencia, aunque ésta no siempre se exprese necesariamente de manera abierta: se recurre a la ideología para mantener el orden dominante.

Poder vivir una vida humana quiere decir poder descansar en paz, no tener siempre que estar en guardia, no tener que vivir el insoportable estado permanente de guerra. Pero ello supone tener un mínimo de confianza en los demás, tal es el fundamento de una relación humana “normal”. Sin embargo, muchas mujeres no pueden contar con esa confianza, para ellas, en ciertos lugares, la vida se reduce a manejar los imprevistos: la violencia de su cónyuge o de superior jerárquico en el trabajo. VIVIR se vuelve una casi imposibilidad. Su vida se reduce a la lucha por la supervivencia, a una lenta muerte psicológica.

¿CUÁNDO PONDREMOS FIN A ESTO? “Un pueblo que oprime a otro, no es un pueblo libre”, digámoslo de otra manera “Una persona que oprime a otra, no es una persona libre”.

Para construir otro mundo, para hacerlo posible, los movimientos sociales deben contraer el compromiso de cuestionar las relaciones de desigualdad que existen entre los hombres y mujeres, e incorporar en su análisis los vínculos entre capitalismo, sexismo y racismo; deben comprometerse a exigir que se respeten los derechos de las mujeres y que se ponga en tela de juicio “la cultura de violencia” tanto en la práctica colectiva como individual. Sólo así podremos debilitar los fundamentos del patriarcado y de la mundialización liberal.

Marcha Mundial de las Mujeres www.ffq.qc.ca/marche2000